Campanas Tibetanas
Campanas tibetanas, desde siempre, el sonido ha tenido un valor simbólico y significativo como pocos elementos de otra índole: considerado principio primordial, está ligado al verbo, origen e inicio de toda cosa.
Este concepto está presente en muchas tradiciones religiosas, donde el sonido está considerado medio para comunicar con la Divinidad- solo hay que pensar al rezo con el rosario donde el uso de la palabra en la repetición de la oración lleva a un estado de contemplación y por lo tanto un acercamiento con Dios- así como en Chamanismo es el Chaman que utilizando instrumentos distintos y a veces rudimentarios, se hace intermediario utilizando las vibraciones acústicas para dar equilibrio al orden y a la cohesión entre los hombres, en la sociedad y con la naturaleza que los rodea.No es sorprendente que, entre las artes, a la música se le atribuya desde siempre un papel privilegiado.
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En el transcurso del tiempo, infinitos han sido los instrumentos creados por los hombres, y usados para fines muy dispares, aunque los más interesantes son aquellos ligados a practicas exactas: entre los cuales, despiertan particular atención unos cuencos con forma muy sencilla llamados campanas tibetanas, nombre ligado a su origen.
Las campanas tibetanas – llamadas también gong rin, cuencos de Himalaya, singing bowl, – son de hecho instrumentos musicales, campanas estáticas en el suelo, que se tocan gracias a un badajo, con origen en la tradición pre budista chamánica provocada por la antigua religión bon-po, que ya tratamos al hablar de otro objeto muy singular, la kapala.
Nacidas muy probablemente en la India en tiempo de Buda Shakyamuni, el histórico Siddhartha Gautama, que vivió desde 560 a 480 antes de Cristo, se introdujeron en Tibet por el venerable maestro tártrico Padmasambhava alrededor del siglo ocho después de Cristo, fundador y divulgador del budismo en aquella zona y en la región de Sikkim; típicas de la región del Himalaya, los cuencos desde el antiguo Tibet se propagaron después por toda Asia, y su uso pasó a Nepal e India, alcanzando países del lejano Oriente como China, Japón y Corea.
Sin duda hay una correspondencia con las originales campanas decorativas que creaban los artesanos a lo largo del trayecto de la Ruta de la Seda, camino que desde el más cercano Oriente llevaba luego por todo el continente Asiático.
Realmente, a partir de estudios realizados, se tiene la certeza que el uso del sonido viene asociado con distintas actividades, conocido y utilizado desde el siglo V a. C., y para confirmar esta hipótesis han sido importantes hallazgos descubiertos en China: en las tumbas se encontraron formas de metal parecidas a envases, como también otros objetos que golpeados lograban difundir un sonido perfecto, y esto ya en el siglo IV a. C.
Desconcertante también fue el descubrimiento de la existencia de envases con forma de solideo – aquí también otro enlace más con la kapala – y que se construían de manera que según donde se golpeaban emitían vibraciones con tonalidades distintas, como si golpeando a la altura del hueso occipital, el sonido cambiara respecto al timbre que tenía si se golpeaba a la altura del hueso temporal.
En origen, las campanas podían ser completamente lisas, o como mucho decoradas con simples dibujos abstractos; las modernas, también para satisfacer la demanda de mercado, a menudo están decoradas con representaciones de Buda, mandala y objetos ligados a la tradición religiosa local.
Antiguamente las campanas tibetanas se realizaban con aleación de bronce compuesta por dos únicos elementos, el cobre y el estaño; espués, los artesanos añadieron un poco de hierro y cada vez se unían otros más, hasta llegar a siete, en relación con los siete planetas celestiales; en la astrología tibetana, a cada cuerpo celeste le corresponde un metal o elemento y por eso el uso de más materiales para la realización de estos objetos particulares.
El Sol está ligado con el oro, la plata con la Luna, el hierro con Marte, el mercurio al planeta Mercurio, el estaño a Júpiter, el cobre con Venus y el plomo con Saturno.
Este tipo de cuencos eran por lo visto de lo más común, aunque se han encontrado otra clase de envases hecho con nueve y con hasta doce aleaciones de metales.
Hoy día, la mayor parte de las campanas se realiza con la fusión de cinco metales, y esto hace que, a diferencia con las antiguas, el sonido sea menos largo y por lo tanto menos persistente; actualmente la producción de cuencos es principalmente nepalés, pero también se produce en China e India.
Las autenticas campanas tibetanas son solamente aquellas realizadas en Tibet antes de la invasión y persecución china, perpetrada contra este pueblo.
El propósito de estos instrumentos es el de reproducir de forma perfecta el sonido sublime de Aum, el Om original, sílaba, resumen y esencia de cada mantra sagrado hindú y budista, considerado el sonido primordial capaz de llevar a la iluminación, única oración con la que puedes estar en presencia de Dios.
Siete son también los chakra, los núcleos o centros que existen en nuestro cuerpo inmaterial e imperceptible, según las doctrinas religiosas tántricas hindú y budistas, sedes de la preciosa e invisible energía divina que está dentro de nosotros, así como siete son las notas musicales.
A la luz de todas estas consideraciones, está muy claro lo grande que era el interés sobre estos objetos, considerados no solamente unos instrumentos musicales, sino verdaderos vehículos capaces de llevar al alma humana en un estado de trascendencia ligado a la meditación.
Las campanas son solo cuencos a simple vista, pero su valor simbólico va mucho más allá de su apariencia: en la cultura tradicional se pensaba que la parte cóncava representara la sabiduría consciente de la existencia de la vanidad, mientras que el badajo para tocar era la misma vanidad.
Frotando el borde con su palo especial, la campana empezaba a vibrar, creando así un efecto acústico que incluye más resonancias, donde el sonido básico, llamado primera armónica, no lo percibe el oído, pero si puede notar las otras dos, la segunda y la tercera armónica, que pueden ser oídas y penetrar en el interior de nosotros.
Estos particulares tonos sonoros se usan desde siempre en los rituales religiosos con el propósito de provocar y favorecer la meditación, llevando al individuo al camino de la iluminación – ademas desde el punto de vista practico para señalar el inicio y el final de la contemplación silenciosa – en la disciplina de yoga y en la musicoterapia, gracias también al efecto terapéutico que producen.
La mente se serena y se calma, así como las emociones se despiertan: cogiendo el cuenco con la palma de la mano y tocándolo con el badajo, la nota que sale se infunde dentro de nosotros, desde el brazo pasa a todo el organismo, nos invade y nos llena, guiándonos y acompañándonos a un estado mental fuertemente transformado, en grado de fluir hasta el exterior de nuestro cuerpo.
Cada campana tiene un timbre distinto, según sus características – metales usados distintos y por eso distinta composición, espesor de fusión – pero también depende del estado emotivo y físico y psíquico del que la toca: eso se debe sobretodo al hecho que cada persona tiene su propio equilibrio sensible, que por supuesto repercute sobre el instrumento.
También el uso de las campanas podía variar según el área geográfica: mientras que en Tibet y Nepal, como en la región del Himalaya, su uso estaba estrictamente ligado a motivos de carácter confesional, en Japón, por ejemplo, venían forjadas para ser donadas a los templos, talladas y embellecidas con frisos y dibujos a menudo asociados con la familia que las encargaba y con el artesano que las fundía.
Esta practica todavía hoy se puede encontrar en muchas religiones, si pensamos a la ortodoxa o a la misma católica, donde las familias donaban, y todavía hoy donan, iconos y efigies sagradas a los monasterios e iglesias; esta tradición nos muestra que tales objetos estaban ligados al culto y a la oración, y ciertamente no fueron creados para el comercio, aunque con el tiempo, visto su especial significado, adquirieron un valor económico que los convierte en deseados y muy buscado.
Tanto las manufacturas citadas como las campanas, quizás un poco también por el encanto derivados por su lazo con países y culturas lejanas, son muy buscadas en Occidente, a menudo mal utilizadas, con el único fin de ser un objeto decorativo, distorsionando su verdadero y profundo valor simbólico intrínseco.
También hay que recordar y subrayar la utilización terapéutica de las campanas tibetanas, usadas en los tratamientos de relajación, en el yoga y en todos aquellos métodos que intentan equilibrar y llevar a un estado de bienestar físico y mental a la persona que los practique.
Con el tiempo se han creado cursos y escuelas con el fin de enseñar el correcto uso de estos extraordinarios instrumentos, para que puedan ayudarnos a encontrar la paz y la serenidad en nuestra vida, sobretodo en los periodos de mayor dificultad y de mal vivir.
Una vez más, las viejas técnicas con origen en reglas y normas arcaicas encuentran su sitio en lo cotidiano, enseñándonos a no olvidar lo útil, eficaz y bueno que es acoger dentro de nosotros lo simple de un sonido, la riqueza de un pensamiento y la posibilidad gracias a simples gestos de alcanzar lo divino, muy a menudo olvidado.