La Civilización Etrusca
La civilización Etrusca se desarrolló en el área comprendida entre dos de los más importantes ríos que recorren nuestra península, el Arno y el Tíber, ocupando el territorio que corresponde a la actual región de Lazio y llamada Etruria, para expandirse luego hacia norte hasta la llanura Padana y a la Liguria, y hacia el sur a la región Campania, alcanzando su apogeo entre los siglos VII y V a.C.
Muchas son las teorías sobre el origen de esta civilización: antiguos historiadores, desde Heródoto hasta Dionisio de Halicarnaso, han intentado establecer la exacta procedencia de esta población, dando cada uno una interpretación, desde la posibilidad de su salida de Lidia, hasta ser descendentes de los antiguos Sardos, o también ser una estirpe autóctona itálica o hasta la hipótesis de un pueblo migratorio de la región de Anatolia; después de estudios profundos, se ha constatado que todas estas distintas teorías tienen en común un fundamento valido, dejando asumir el nacimiento de esta población de gente distinta que con el tiempo se ha ido asimilando y fusionando entre ellos, poblaciones nómadas que han contribuido a la formación de una nueva comunidad.
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Las ciudades Etruscas, a diferencia de otros asentamientos itálicos de aquel periodo, seguían una verdadera lógica de construcción, preferían las áreas de colinas, y eso para poder controlar mejor las vastas áreas de más abajo hasta el mar, y los territorios más fértiles y por eso especiales para la agricultura; las ciudades estaban rodeadas con murallas hechas con toba y arcilla, con impresionantes puertas de entrada en arcos y decoradas con frisos y bajorrelieves. La arquitectura Etrusca civil y religiosa no brillaba por creativa: las casas eran simples y lineales, mientras los templos en arcilla tenían planta simple y un interior dividido en tres celdas, cada una de las cuales dedicada a una divinidad. Particular interés suscitó en cambio la arquitectura funeral Etrusca: las necrópolis, todas enteras pintadas al fresco con colores vivaces para contrarrestar la oscuridad, símbolo de la muerte espiritual, representan un ejemplo perfecto de lo que era el arte pictórica Etrusca. Los innumerables comercios con Grecia y con Oriente Medio dieron a conocer esta civilización, que en un principio confiaba en simples decoraciones geométricas, los motivos florales, las cenefas, las caras y las figuras humanas, que se representaban no solamente en las tumbas o en las necrópolis, sino también en cerámica y en orfebrería; los colores esplendidos, observado sobretodo en las necrópolis, se obtenían mezclando piedras y minerales.
El arte Etrusca está firmemente ligada a exigencias de carácter religioso y, aunque ellos no creyeran a la vida después de la muerte como los Egipcios, ni tenían una relación con las divinidades tan estrecha como lo tenían los Griegos, vivían diariamente su relación con divinidades hostiles y crueles, y tenían que saber interpretar su voluntad y deseos.
La civilización Etrusca, aunque su imponente crecimiento y su control sobre un vasto territorio la colocaran como una cultura grande e importante, se encontraría en desventaja, tanto en lo económico como en lo político y en lo militar, cuando se tuvo que enfrentar con una solida y autoritaria potencia como la romana, a la cual fue sometida en el 295 a.C.
En los primeros siglos del asentamiento etrusco en área itálica, el arte de la orfebrería no estaba excesivamente desarrollada y las decoraciones parecían modestas.
Con el desarrollo y la afirmación cada vez mayor de los comercios entre Etruria y Oriente Medio, Grecia y Turquía, la orfebrería Etrusca dio un considerable paso hacia adelante: los artesanos locales aprendieron y adquirieron de los orfebres orientales y griegos el arte de la filigrana y de la granulación, técnicas que utilizaron y desarrollaron ampliamente.
También la orfebrería sirio-fenicia fue pretexto e incentivo para progresar y aumentar los conocimientos en este campo, con la introducción de motivos decorativos nuevos, como la representación del sol, la media luna, los dibujos florales y decorativos.
La orfebrería Etrusca llegó a perfeccionarse hasta tal punto que utilizaba en casi todas las manufacturas el polvo de oro como embellecedor, demostrando una habilidad técnica fuera de lo común.
En origen, la mayor parte de la orfebrería realizada por los artesanos Etruscos no estaba destinada para uso cotidiano sino creada como decoración para los difuntos, con el propósito de acompañar el alma de los muertos a la vida que llevarían en el más allá.
Fue con la llegada de las refinadas técnicas orientales cuando se extendió la orfebrería como tendencia y estilo común: por eso la aparición de los esplendidos pendientes, colgantes, fíbulas, collares y adornos para peinados, todo de grandes dimensiones y extremadamente refinados en sus grabados a granulación en filigrana.
Hombres y mujeres llevaban ornamentos libremente, y se empezó la costumbre de embellecer el cuerpo: esto llevó a una enorme producción de joyas de excepcional belleza y dimensiones notables, enriquecida por la introducción de vidrio coloreado que permitía poner en relieve la espectacularidad y la gran maestría de las técnicas creadoras adquiridas.
El arte de la orfebrería Etrusca tuvo un brusco parón durante el siglo V a.C., cuando estas técnicas se volvieron demasiado difíciles y largas para llevarlas a cabo: en esta ocasión los artesanos no supieron interpretar la petición del momento y en vez de realizar joyas más pequeñas, más fáciles de crear en menos tiempo y por lo tanto más económicas aunque de igual belleza, volvieron a la producción inicial de ornamentos funerarios, dejando así un escaso patrimonio en el campo de la orfebrería.