La Mano de Fátima en Oriente
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La Mano de Fátima en oriente – El simbolismo de la Mano de Fátima/Miriam — o Hamsa — es muy antigua, debido a los cultos primitivos, tanto de los sumerios y los babilonios, en forma de Inanna y Ishtar, una derivación de la primera, ambas diosas vinculado a la fertilidad, la belleza y el amor en su expresión carnal y erótico.
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Llamado “Hamsa” o “Khamsa”, este amuleto con forma de palma abierta está considerado un poderoso protector contra las maldades, el mal de ojo, los celos y los malos pensamientos en todo el territorio de África del Norte y parte de Oriente Medio.
La palabra Khamsa (o Hamsa), significa cinco, numero que en la religión musulmana y judía, tiene un valor sagrado: de hecho cinco son los libros sagrados de la Torah, y también recuerda la quinta letra del abecedario judío, “Heh”, uno de los nombres bendecidos por Dios; por los Suníes representa los cinco pilares de la fe, mientras los Chiíes reconocen su autoridad en los cinco hombres con turbante, figuras religiosas enviadas directamente por el Profetas.
La definición de “Mano de Fátima” se asumió para conmemorar a Fátima, hija del Profeta Mahoma y entregada como su esposa a Ali, sobrino de su padre. Se le reconocen muchos milagros: cuentan que mientras iba a rezar en el desierto, su fe tan fuerte y poderosa, lograba hacer llover, haciendo florecer en la arena del desierto una gran multitud de flores esplendidas.
Cuenta la leyenda que una noche Fátima estaba preparando la cena para su esposo, del que estaba locamente enamorada, cuando lo vio entrar con una concubina, (la religión islamita permite la poligamia del hombre, que puede casarse hasta cuatro veces). Profundamente desilusionada por la llegada de esta mujer, Fátima no se dio cuenta que se le había caído la cuchara de madera con la que estaba cocinando la cena y siguió moviendo la sopa con la mano, sin notar dolor físico alguno, por que la pena tan grande de su corazón le provocaba mayor dolor que el quemado de su mano.
Cuando su esposo llegó a la cocina, encontrándola en tal estado, le preguntó que le pasaba y, solo en aquel momento, ella se dio cuenta del quemado y del fuerte dolor en su mano.
Ali la ayudó y la cuidó, pero después le dijo que pasaría la noche con su nueva esposa.
Fátima aceptó la voluntad de su esposo, pero cuando él se fue a la habitación de la concubina, ella escondida los observó por una ranura entre las maderas de la pared de la habitación. Cuentan que cuando vio a Ali besar a su nueva esposa, salió una lagrima de los ojos de Fátima, y cayó justo encima del hombro de Ali, haciéndole entender el amor tan grande que le profesaba, y convenciéndolo a renunciar a su nueva esposa.
De esta leyenda las jóvenes mujeres árabes e islámicas sacan un importante simbolismo que acompaña el colgante dedicado a Fátima: las mujeres que lo llevan, en efecto, recibirán el dono de la paciencia, y que les traerá alegría, fortuna y riqueza.
Muchas son las culturas en las cuales este símbolo se lleva puesto o se regala, no solamente como talismán, pero también para recordar a quien lo lleva que la fe en Dios tiene que expresarse con los cinco sentidos. A menudo las ricas decoraciones presentes en el colgante se completan con el dibujo de un ojo central, para algunos el ojo de Dios que observa a sus fieles, para otros un poderoso talismán que aleja el mal de ojo.
Se dice ademas que este abalorio, para dar alegría, paz y prosperidad, pueda llevarse tanto con las puntas de los dedos hacia arriba que hacia abajo. En realidad la Mano de Fátima llevada con las puntas de los dedos hacia arriba se considera un poderoso talismán y significa que nos protege de las influencias negativas, de los celos y del mal de ojo.
El colgante, creado únicamente en plata (el metal del Profeta), se realiza en dos maneras: la más popular presenta la mano con tres dedos abiertos y dos pulgares simétricos a los lados, y en la otra la mano se representa con todos los cinco dedos abiertos. La leyenda quiere que, en recuerdo de las lagrimas de Fátima que hicieron recapacitar a su esposo, los cinco dedos lleven, en la forma, a aquellas lagrimas sagradas.
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